Te la pone
Pavone marcó tres goles y fue la figura en la goleada histórica de Estudiantes a Gimnasia. Nunca se había registrado un resultado tan abultado en la historia del clásico platense.
Eduardo Abadie, presidente de Estudiantes, amenazaba con no volver nunca más a jugar en La Plata. Respondía Julio Alak, intendente platense, con firmeza certificando que el estadio de 1 y 57 no iba a poder remodelarse.
Felipe Solá participaba de la trifulca tratando de imponer calma, pero las negociaciones estaban estancadas, fueron meses de declaraciones cruzadas y acusaciones poco fundamentadas. Mientras tanto Estudiantes seguía alojándose en Quilmes y tan mal no la pasaba.
Bastaron 30 minutos de charla entre Juan Sebastián Verón y Néstor Kichner, para que todo volviera a la calma. Ellos decidieron el día y la hora para el regreso, pero seguramente nunca imaginaron la forma.
Tampoco soñaron esta tarde Mariano Pavone, José Luis Calderón o Rodrigo Braña los abanderados de la contundente victoria del equipo de “Cholo” Simeone.
Lo cierto es que Estudiantes aplastó a Gimnasia, lo borró del mapa futbolístico y lo dejó tambaleando para lo que resta del año. El Pincha no sólo tuvo eficacia en cada uno de sus ataques (algo que no había podido plasmar a lo largo del torneo), sino que además desbordó a su rival en todos los aspectos.
A la hora de presionar Braña fue el caudillo, el más importante de una línea de volantes con mucho fútbol y menos sacrificio. Él y sólo él marcó los tiempos de un equipo que sobre todo en el primer tiempo, estuvo muy cerca de la perfección. Si a todo esto se le agrega alguna pincelada de Verón, una pizca de Galván, un Pavone que convierte, pero también asiste, desborda y hasta se anima a jugar y el oportunismo de Calderón, la receta termina dando un plato principal delicioso, digno de un restaurant de Paris.
El único que no tuvo que ganarse el sueldo y ni siquiera se hace acreedor de los viáticos es Mariano Andujar, ya que el arquero pincha sólo tocó el balón con sus manos a la hora reingresarlo al juego.
Por el lado de Gimnasia todo fue nerviosismo y desconcierto. Esto que todos los equipos suelen sufrir en momentos puntuales del juego, el Lobo logró convertirlo en una constante.
Con defensores lentos, desprolijos y además desatentos. Muy apresurados en los pases, sin saber controlar el balón tratando de que pase la tormenta y sin ideas para revertir una situación que siempre fue adversa.
El milagro de Pedro Troglio parece haber llegado a su fin. Aquel equipo (aunque con Lobos y Licht) que fuera subcampeón el torneo pasado, de a poco vuelve a ser tan terrenal como el resto. Escobar dejó de hacer goles desde 50 metros, Olave no ataja penales y San Esteban no acierta en los tiros libres. Si padecía un hechizo durante este 2006 hace unos meses que se le paso la medianoche.
La ciudad es una mezcla de tristeza y alegrías que pocas veces pudieron calar tan hondo. El dramatismo del fútbol dirá que Estudiantes es un muy serio candidato y Gimnasia un desastre que no merece jugar en Primera.
La realidad y el tiempo irán alejando esa idea, pero el Pincha seguirá festejando a cuenta.
Eduardo Abadie, presidente de Estudiantes, amenazaba con no volver nunca más a jugar en La Plata. Respondía Julio Alak, intendente platense, con firmeza certificando que el estadio de 1 y 57 no iba a poder remodelarse.
Felipe Solá participaba de la trifulca tratando de imponer calma, pero las negociaciones estaban estancadas, fueron meses de declaraciones cruzadas y acusaciones poco fundamentadas. Mientras tanto Estudiantes seguía alojándose en Quilmes y tan mal no la pasaba.
Bastaron 30 minutos de charla entre Juan Sebastián Verón y Néstor Kichner, para que todo volviera a la calma. Ellos decidieron el día y la hora para el regreso, pero seguramente nunca imaginaron la forma.
Tampoco soñaron esta tarde Mariano Pavone, José Luis Calderón o Rodrigo Braña los abanderados de la contundente victoria del equipo de “Cholo” Simeone.
Lo cierto es que Estudiantes aplastó a Gimnasia, lo borró del mapa futbolístico y lo dejó tambaleando para lo que resta del año. El Pincha no sólo tuvo eficacia en cada uno de sus ataques (algo que no había podido plasmar a lo largo del torneo), sino que además desbordó a su rival en todos los aspectos.
A la hora de presionar Braña fue el caudillo, el más importante de una línea de volantes con mucho fútbol y menos sacrificio. Él y sólo él marcó los tiempos de un equipo que sobre todo en el primer tiempo, estuvo muy cerca de la perfección. Si a todo esto se le agrega alguna pincelada de Verón, una pizca de Galván, un Pavone que convierte, pero también asiste, desborda y hasta se anima a jugar y el oportunismo de Calderón, la receta termina dando un plato principal delicioso, digno de un restaurant de Paris.
El único que no tuvo que ganarse el sueldo y ni siquiera se hace acreedor de los viáticos es Mariano Andujar, ya que el arquero pincha sólo tocó el balón con sus manos a la hora reingresarlo al juego.
Por el lado de Gimnasia todo fue nerviosismo y desconcierto. Esto que todos los equipos suelen sufrir en momentos puntuales del juego, el Lobo logró convertirlo en una constante.
Con defensores lentos, desprolijos y además desatentos. Muy apresurados en los pases, sin saber controlar el balón tratando de que pase la tormenta y sin ideas para revertir una situación que siempre fue adversa.
El milagro de Pedro Troglio parece haber llegado a su fin. Aquel equipo (aunque con Lobos y Licht) que fuera subcampeón el torneo pasado, de a poco vuelve a ser tan terrenal como el resto. Escobar dejó de hacer goles desde 50 metros, Olave no ataja penales y San Esteban no acierta en los tiros libres. Si padecía un hechizo durante este 2006 hace unos meses que se le paso la medianoche.
La ciudad es una mezcla de tristeza y alegrías que pocas veces pudieron calar tan hondo. El dramatismo del fútbol dirá que Estudiantes es un muy serio candidato y Gimnasia un desastre que no merece jugar en Primera.
La realidad y el tiempo irán alejando esa idea, pero el Pincha seguirá festejando a cuenta.
July Armas.
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