¿Y vos de que lado estás?
A pesar de que se buscó, la inspiración nunca llegó, y acá me tienen re abriendo un espacio ya olvidado, tal vez porque yo también olvidé mi creatividad y mi necesidad de expresarme por algún lado, achacadas ambas por el trajín de la vida diaria, el trabajo y tantos etcéteras.
Hoy en día tal vez más crítico y contestatario de la realidad que vivimos y de a poco, a pesar de que me niego, perdiendo el humor. Es que el vivir hoy en este mundo y justamente anclado en esta parte del planeta le puede hacer perder el humor a cualquiera. Enfrentándome diariamente a una falta de respeto constante no me queda más que resignarme a codearme con pares que no lo son tanto, que no tienen los mismos valores que yo, que puede que busquen las mismas cosas pero que para llegar a ellas toman un camino que no es el mío, porque a pesar de tenerlos al lado no me contagio, a pesar de soportarlos y recibir sus reveces no me amilano.
Quien dijo que discriminar es malo? Que palabra tan mal utilizada, tan cargada de culpas. Estamos en una sociedad en donde la palabra “discriminar” es sinónimo de exclusión, de violación a los derechos humanos, de mal trato y denigración. Pero como no discriminar, como hacer para sentirme parte de subculturas en donde lo que prima es llegar a la meta a cualquier precio, pisoteando al de al lado, matando, robando. Sectores de la sociedad egoístas, sin moral, con valores bastardeados, como no discriminar y quererlos lejos de mí de los míos.
Y bien se entienda que no estoy apuntando sobre aquellos que, tal vez con menos culpa, no tienen los recursos como para educarse o tener un trabajo digno. Hijos de puta hay en todos los sectores sociales, los hay con los pies sucios de barro y con un título universitario bajo el brazo, parte de la lacra, aquellos que pretenden vivir para sí y dar nada por un par. Ignorantes de los valores que conforman una sociedad, muchos de los cuales crean en el Estado una imagen virtual de la cual no son partícipes y a la cual exigen beneficios sin dar absolutamente nada a cambio, desconociendo cuales son sus roles dentro de la sociedad, espero que “el otro”, o sea la sociedad les de de comer a sus hijos, cuando ellos mismos no darían ni una migaja de su pan para alimentar a otro habitante de sus país, al cual defienden solo en un mundial de fútbol. Habría que hacerles entender que el Estado no es una entidad extraterrestre conformada por vaya a saber que especie de marcianos, sino que es una entidad humana, o debería serlo atendiendo al término humana como preocupada por el bienestar de los que conforman la sociedad la cual dirige. El Estado somos todos, y a mi pesar, el Estado son que se robar la guita del país y se la llevan al exterior, son los piqueteros, son los ladrones, los ñoquis, los pésimos dirigentes, los violadores, los torturadores, etc. Pero para no hundirme en mi discurso pesimista también debo ver que el Estado, la sociedad, la nación, soy yo, el que se rompe el lomo todo el día para alimentar a su familia a pesar de la dificultades que se le presentan todos los días, el que piensa en los demás, los grandes deportistas, los científicos destacados, las madres de Plaza de Mayo, los artistas, los idealistas, los emprendedores, los ecologistas.
Y es ahí donde hay que discriminar, entre los primeros y los últimos, como en una película de acción, entre los buenos y los malos, entre los que buscan día a día un país mejor y los que por ignorancia, por ambición desmedida o por mero egoísmo llevan a esta parte del planeta a tender a desaparecer, a un hundirnos en la mediocridad, a matarnos entre nosotros.
Mi consejo es, discriminemos, nos somos igual que ellos, tenemos valores, amamos lo que tenemos, queremos un país educado, creativo, encarrilado, a base de buenas conductas, de lucharla día a día pero todos para el mismo lado.
Cuidado con entender mal el mensaje, discriminemos, pero no excluyamos. A aquellos que no tienen las suerte de poder conservar esos valores útiles para una sociedad justa como la que buscamos, eduquémoselos, concienticemosolos, hagámoslos entrar en razón, para que por fin y de una vez por todas seamos más los que estamos de este lado y nunca más debamos discriminar, porque sabremos que todos vamos por el mismo camino, el correcto, el justo.
Discriminar no es excluir al otro, es un sentido de pertenencia de uno mismo.
Mauro Baldi
Hoy en día tal vez más crítico y contestatario de la realidad que vivimos y de a poco, a pesar de que me niego, perdiendo el humor. Es que el vivir hoy en este mundo y justamente anclado en esta parte del planeta le puede hacer perder el humor a cualquiera. Enfrentándome diariamente a una falta de respeto constante no me queda más que resignarme a codearme con pares que no lo son tanto, que no tienen los mismos valores que yo, que puede que busquen las mismas cosas pero que para llegar a ellas toman un camino que no es el mío, porque a pesar de tenerlos al lado no me contagio, a pesar de soportarlos y recibir sus reveces no me amilano.
Quien dijo que discriminar es malo? Que palabra tan mal utilizada, tan cargada de culpas. Estamos en una sociedad en donde la palabra “discriminar” es sinónimo de exclusión, de violación a los derechos humanos, de mal trato y denigración. Pero como no discriminar, como hacer para sentirme parte de subculturas en donde lo que prima es llegar a la meta a cualquier precio, pisoteando al de al lado, matando, robando. Sectores de la sociedad egoístas, sin moral, con valores bastardeados, como no discriminar y quererlos lejos de mí de los míos.
Y bien se entienda que no estoy apuntando sobre aquellos que, tal vez con menos culpa, no tienen los recursos como para educarse o tener un trabajo digno. Hijos de puta hay en todos los sectores sociales, los hay con los pies sucios de barro y con un título universitario bajo el brazo, parte de la lacra, aquellos que pretenden vivir para sí y dar nada por un par. Ignorantes de los valores que conforman una sociedad, muchos de los cuales crean en el Estado una imagen virtual de la cual no son partícipes y a la cual exigen beneficios sin dar absolutamente nada a cambio, desconociendo cuales son sus roles dentro de la sociedad, espero que “el otro”, o sea la sociedad les de de comer a sus hijos, cuando ellos mismos no darían ni una migaja de su pan para alimentar a otro habitante de sus país, al cual defienden solo en un mundial de fútbol. Habría que hacerles entender que el Estado no es una entidad extraterrestre conformada por vaya a saber que especie de marcianos, sino que es una entidad humana, o debería serlo atendiendo al término humana como preocupada por el bienestar de los que conforman la sociedad la cual dirige. El Estado somos todos, y a mi pesar, el Estado son que se robar la guita del país y se la llevan al exterior, son los piqueteros, son los ladrones, los ñoquis, los pésimos dirigentes, los violadores, los torturadores, etc. Pero para no hundirme en mi discurso pesimista también debo ver que el Estado, la sociedad, la nación, soy yo, el que se rompe el lomo todo el día para alimentar a su familia a pesar de la dificultades que se le presentan todos los días, el que piensa en los demás, los grandes deportistas, los científicos destacados, las madres de Plaza de Mayo, los artistas, los idealistas, los emprendedores, los ecologistas.
Y es ahí donde hay que discriminar, entre los primeros y los últimos, como en una película de acción, entre los buenos y los malos, entre los que buscan día a día un país mejor y los que por ignorancia, por ambición desmedida o por mero egoísmo llevan a esta parte del planeta a tender a desaparecer, a un hundirnos en la mediocridad, a matarnos entre nosotros.
Mi consejo es, discriminemos, nos somos igual que ellos, tenemos valores, amamos lo que tenemos, queremos un país educado, creativo, encarrilado, a base de buenas conductas, de lucharla día a día pero todos para el mismo lado.
Cuidado con entender mal el mensaje, discriminemos, pero no excluyamos. A aquellos que no tienen las suerte de poder conservar esos valores útiles para una sociedad justa como la que buscamos, eduquémoselos, concienticemosolos, hagámoslos entrar en razón, para que por fin y de una vez por todas seamos más los que estamos de este lado y nunca más debamos discriminar, porque sabremos que todos vamos por el mismo camino, el correcto, el justo.
Discriminar no es excluir al otro, es un sentido de pertenencia de uno mismo.
Mauro Baldi